Pero no quiero que esta historia los entristezca, todo lo contrario, quiero fortalecerlos en una idea, por eso necesito también compartir con ustedes un momento singular de lo que nos tocó vivir, porque la vida, esa vida que nos había golpeado de manera tan brutal, nos devolvió una caricia después de tanto dolor: dos de los receptores de los órganos de Martín nos buscaron y nos encontraron y los conocimos: el caso de Martín, su asesinato, había ocupado mucho espacio en los medios, y si bien el INCUCAI establece la confidencialidad de datos del donante, el receptor sabe el sexo y la edad de quien ha donado los órganos. Esa información, más la notoriedad del hecho, permitió, asociándolos, que Bibiana, que había recibido uno de sus riñones, y Julio, el hígado, llegaran hasta nosotros.
Fue terriblemente impactante conocerlos (a Bibiana, poco después del trasplante, y a Julio, por esos caprichos de la vida, cinco años después), y saber que en ellos había una parte material de Martín, ésa que les había permitido vivir, nos emocionó mucho, y nos ratificó que habíamos actuado bien y que valía la pena haber tomado la decisión de la donación de órganos. Nosotros tuvimos allí, materialmente, ante nuestros ojos, el resultado positivo de nuestra decisión: la continuidad de la vida.
Con Julio, a pesar de que vive en Tucumán, establecimos un vínculo de amistad y estamos en contacto. Lo que más nos conmovió es que después del trasplante, Julio tuvo una hijita, Tiara, que hoy tiene 5 años (y la conocemos y ha venido a visitarnos a nuestra casa).
A muchos periodistas les impactó esta historia, y siempre nos preguntan si cuando lo vemos a Julio, vemos a Martín. Y nosotros siempre les contestamos que no, que cuando vemos a Julio, lo vemos a él, sano, feliz, con su familia, gracias al coraje de Martín.
Quiero decirles, para finalizar, desde tan lejos, pero muy cerquita del corazón de ustedes, que nuestra experiencia de familia de donantes ha sido extraordinaria, que nos ha permitido tener otra mirada de la vida, que nos ha comprometido con ella. Hoy podemos decirles que la vida es algo maravilloso que hay que preservar de cualquier manera.
Lo único que puedo agregarles -a los directivos, a los docentes, a los papás y, sobre todo, a los chicos de esta comunidad educativa-, es que es importante que tomen la decisión de ser donantes: convénzanse, háblenlo en sus casas con sus familias, porque hay muchos que esperan por un gesto de ustedes: hoy hay más de 7600 pacientes que necesitan la donación de un órgano para poder tener la posibilidad de vivir. Les pido, simplemente, que sean capaces de DONAR FELICIDAD.
Suele decirse que la vida valga la pena. Nosotros aprendimos a decir QUE LA PENA VALGA. Y bien que la valdrá si son capaces de decidir pensando en los demás.
Un abrazo afectuoso para todos.
OSCAR, el papá de MARTÍN.